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CONSIDERACIONES HISTORICAS

Existen muchos paradigmas con respecto a la nutrición, a diario hay una preocupación en qué comeremos y si lo que estamos comiendo es lo que corresponde a una buena alimentación. La verdad es que influyen mucho las culturas de los países y por tanto las combinaciones de alimentos que llegan a ocasionar enfermedades ó un organismo altamente tóxico, también y una de las grandes preocupaciones es el alto grado de obesidad. Entonces aparecen las dietas famosas que en verdad no sirven para nada y lo que hacen es desequilibrar más el comportamiento biológico del organismo. 

Podemos ver que una buena dieta es aquella que contiene carnes y en abundancia lo que es totalmente falso; por el hecho que el ser humano es un carnívoro facultativo que sólo puede asimilar la carne soportando la carga tóxica de las putrefacciones intestinales, por ello hay que excluir de los menús biológico las carnes rojas y sólo incluir el pescado y una pequeña cantidad de mariscos. 

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El problema con las dietas muchas veces se caracterizan por mezclas caprichosas, salvo contadas excepciones en el curso de la historia, y que en algunos casos tuvieron ciertas reglamentaciones, por parte de la autoridad eclesiástica. Por ejemplo hay una clara norma dentro de las tradiciones del pueblo hebreo, de no mezclar las carnes con la leche, o la concerniente a la prohibición absoluta de ingerir carne de cerdo o de animales de pezuña que no rumian. En la tradición ayurvédica encontramos así mismo gran cantidad de especificaciones acerca de la correcta combinación de los alimentos. En los pueblos de Europa central, donde se presenta un elevado consumo de carne de cerdo y sus derivados, observamos también un alto consumo de alimentos encurtidos. En general, hay una tendencia a la compensación tóxica de las mezclaza. En los pueblos de América sin embargo, lo que podemos observar es un verdadero caos, con mezcolanzas aterradoras, en la creencia de que el estómago es algo así como un saco en donde se puede cómodamente echar todo cuanto se nos antoja. 

Desdichadamente hoy se tiene en cuenta incluso por nutricionistas que la dieta debe ser cuantitativa es decir divididas en porciones lo que lleva a una alta combinación errónea, en la nutrición biológica se toma mayormente en cuenta la parte cualitativa de los alimentos, el órden y espacio en que éstos deben ser consumidos. Aquellas dietas que acumulan grandes cantidades de proteínas y grasas no son beneficiosas para el organismo, conllevan un alto grado de toxicidad y por tanto exponerse a enfermedades. La teoría que las proteínas son esenciales para el organismo actualmente está descartada y lo que se pensaba en un principio que necesitábamos un gramo de proteína por kilo de peso pues ahora se ha reconocido que solo se necesita 0.4 gramos por kilo. 
HACIA UNA ALIMENTACIÓN BIO-LÓGICA

Debemos considerar al tracto gastrointestinal como una secuencia de tubos-análogos a los de un laboratorio de química- con una secuencia biológica, en donde la forma y la función están en correspondencia con una inflexible enzimología. En otras palabras, en las diferentes cavidades del tracto opera una secuencia definida de secreción enzimática, en donde tienen lugar procesos análogos a los que probábamos con los protocolos de los laboratorios de química: si la secuencia de pasos exigida por el protocolo se alteraba, no obteníamos al final el compuesto requerido y entonces la prueba fracasaba. 

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De la misma manera, si nosotros queremos obtener una determinada mezcla de aminoácidos a partir de la digestión de las proteínas, no podemos realizar simultáneamente la digestión de un polisacárido, ya que estos son dos químicamente opuestos, y el estómago no tiene un tabique que separe un proceso digestivo del otro. Si por ejemplo, se consume una determinada cantidad de pescado, esto va a estimular la secreción gástrica; entonces tenemos una cantidad específica de ácido clorhídrico, agua, pepsina y lipasa gástrica, en correspondencia con el tipo de alimento ingerido. Tiene lugar entonces, a un pH justo, una unión enzima-substrato tipo llave-cerradura entre las fibras del pescado y la pepsina. Al cabo de tres horas, vamos a obtener una determinada cantidad de peptonas, grasas, sales minerales, vitaminas, etc., conformando lo que se denomina el quimo. 

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A continuación tiene lugar la digestión duodenal mediante los jugos pancreáticos y la bilis, entonces observaremos la actividad hidrolítica de la tripsina y la quimiotripsina sobre las peptonas, para obtener los aminoácidos; la actividad de la lipasa pancreática para obtener los ácidos grasos; la actividad de las sales y ácidos biliares, para emulsificar el colesterol; y finalmente una ausencia de actividad en las amilasas, debido a la ausencia de hidratos de carbono. Al final de este proceso digestivo duodenal, se obtendrá un verdadero "caldo" absorbidos en el resto del tracto intestinal. Esto va a determinar un tiempo específico de tránsito intestinal y así mismo una específica flora bacteriana. 

Pero si nos sometemos a un menú que se componga por ejemplo de pan, papas, arroz, carnes, verduras, frutas, dulce, jugos con leche, tal como es la composición de un menú corriente, vamos a observar el desastre digestivo que a diario tiene lugar: la digestión de las carnes se ve entorpecida mecánicamente por la presencia de los farináceos y de los lácteos, que obstaculizan la unión de la pepsina con sus sustrato, en este caso, las fibras de la carne. Al no contar el jugo gástrico con la presencia de amilasas, los azúcares y almidones parcialmente digeridos por la ptialina, operan como elementos indigestos que efectúan además una reacción de amortiguación sobre el pH gástrico, obligando al estómago a secretar más ácido teniendo como consecuencia el desarrollo de digestiones hiperácidas, el retardo en el vaciamiento gástrico y la consecuente putrefacción de las proteínas y fermentación de los hidratos de carbono. La digestión gástrica no durará ya las tres horas normales, sino que se prolongará por ocho y hasta por doce horas. Al final tendremos un quimo de características putrefactas, fermentativo, hiperácido, que inhibirá las amilasas pancreáticas; el nutriente útil estará entonces notablemente reducido. 

El colon se defenderá de semejante tipo de líquidos con la producción de moco para evitar que estas substancias putrefactas y fermentadas ingresen al torrente sanguíneo, pero al precio de "engrudar" todas las vellosidades intestinales, disminuyendo así el movimiento de las microvellosidades, lo que conduce inmediatamente al desarrollo del estreñimiento. Este último efecto sumado al tipo de flora que traen los líquidos digestivos, va a producir una flora bacteriana en donde predominan las bacterias patógenas como la escherichia coli, bacterias agresivas, que van a tratar de penetrar la mucosa intestinal, obligando al sistema inmunológico a establecer una segunda barrera de contención que son las células de defensa, las cuales van a destruir dichas bacterias, pero con el alto precio de producir una bioquímica inflamatoria permanente en la mucosa. De esta manera, por el lado de la luz intestinal, tenemos un proceso de deformación del epitelio, condicionado por la estasis anormal del contenido fecal, convirtiendo así lo que debería siempre ser un ducto de eliminación, en un saco de almacenamiento de excrementos, y entonces podemos constatar cómo un adulto "normal" almacena entre 10 y 20 libras de material fecal vieja, en forma de fecalitos y concreciones, y por el lado de la mucosa, tendremos un proceso cicatricial crónico deformante y degenerativo. 

Como consecuencia de estos dos procesos, la alteración de la fisiología del epitelio y la inflamación crónica del resto de la mucosa, se va a permitir el paso de moléculas de un tamaño exageradamente grande con la consecuente aparición de reacciones alérgicas en la mucosa. Con el paso de los años, se rompen los mecanismo de compensación de una mucosa agredida en esta forma; las substancias extrañas se organizan y deforman las proteínas de la matrix extracelular, condicionando ulteriormente la aparición de fenómenos autoinmunes. 

Existe sin embargo otro factor de toxicidad, para el cual el organismo no tiene ningún tipo de barrera efectiva a su penetración y es la producción de gases tóxicos como son el indol, escatol, mercaptano y tioéter.
 

Estos gases penetran a la circulación porta y van a producir una intensa toxicidad sobre el hepatocito. Una gran proporción del trabajo diario del hígado se ocupa de la toxicidad gastrointetinal, desperdiciándose así un valiosísimo contingente de substancia, de energía y de trabajo útil que normalmente se debería emplear en el mantenimiento de la homeostasis.
 

Cuando la sobrecarga sobrepasa los límites de compensación entonces se van a producir todos los fenómenos dispépticos asociados, y los temidos ataques de hemorroides. Ante la sobrecarga de ácidos, las células parenquimatosas del hígado reaccionan edematizando la matrix con aumento de las presiones del sistema de los sinusoides hepáticos, que se van a expresar en una merma del flujo sanguíneo de la vena Porta, produciendo fenómenos de hipertensión portal funcional, que van a "reventar" en su punto más bajo, las venas hemorroidales. Este es también, el mecanismo fisiopatogénico de la cirrosis nutricional, cuando la función detoxicante del hepatocito es sobrepasada por la carga tóxica y se desencadena el proceso de la necrosis centrolobulillar. 

Si respetamos entonces estas leyes biológicas digestivas en lo concerniente a las mezclas de alimentos vamos a eliminar la mayor toxicidad hepática; tendremos entonces un hígado dispuesto al metabolismo eficiente de las hormonas y por lo tanto a una optimización del funcionamiento del Sistema de la Gran Defensa Orgánica; eliminaremos el estreñimiento y la inflamación crónica del colon; nos ahorraremos kilos de precursores de enzimas, los cuales se destinarán a optimizar el equilibrio entre la proteasis y la inhibición de la proteasis en el plasma sanguíneo y en los diferentes tejidos; nos ahorraremos ingentes cantidades de energía digestiva en términos de ATP, al reducir al mínimo el tiempo de vaciamiento gástrico y el tránsito intestinal. El estómago dejará de ser un saco dilatado, inflamado y ulcerosos, colonizado por bacterias, dislocado hacia el tórax por la acción de gases tóxicos en donde las digestiones se suceden como un caos, pues antes de terminar un proceso ya el individuo ha iniciado el siguiente. ¿Para qué entonces los antiácidos, o las cirugías de corrección de hernias hiatales o las gastrectomías, si eliminamos toda esta destilería en que a diario se convierte el estómago? 

Todas las transformaciones que deben introducirse en la nueva forma de alimentación lógicamente chocarán contra la inercia cultural del medio. Algunos elementos de los menús parecerán inicialmente bastante extraños, sobre todo en lo que se refiere a los desayunos: por ejemplo se incluyen verduras semicrudas. Esto tiene lógicamente una base científica, reconociendo que lo ideal es abstenerse de cualquier tipo de alimento cocinado, porque realmente lo único que se debería ingerir en las mañanas son líquidos de la composición más simple posible. 

El organismo está regido por un gran reloj biológico, que incluye una serie de subsistemas ordenados en lo que hoy conocemos como el biorritmo. Este complejo regulados está sintonizado con los ritmos de la naturaleza y por supuesto con los ritmos cósmicos. Un elemento cardinal en estas interacciones, son los ciclos determinados por la luz, que determinan los ritmos más conocidos por nosotros, como son los ciclos circadianos; es decir , la presencia o ausencia de luz en la retina y su consecuente estímulo sobre el encéfalo, va a condicionar los complejos mecanismo de regulación hormonal en el ciclo de 24 horas, por ejemplo el ritmo de síntesis y secreción de melatonina. 

Dentro del ciclo circadiano, reconocemos a su vez otros ciclos intradianos, el más amplio está determinando por los predominios alternativos del simpático y el parasimpático, con una duración de 12 horas cada uno. Sabemos que cambian alrededor de las 3:00 p.m. y se corresponden con determinados valores del pH sanguíneo; así, durante el período de predominio del simpático, se observa un mayor número de picos ácidos, mientras que durante el predominio del parasimpático se observa una tendencia a la alcalinidad. Existen también otros ciclos de ocho horas, que van desde las 4:00 a. m. Hasta las 12:00 m, el siguiente desde las 12:00 m hasta las 8:00 p.m., y el último desde las 8:00 p.m. hasta las 4:00 a.m. En estos ciclos podemos observar igualmente, cambios hormonales definidos, cambios en los patrones circulatorios, cambios en el estado de alerta, etc. 

En lo que se refiere a los cambios circulatorios, bien sabemos que el volumen de sangre total es fijo, y que cuando una función predomina sobre otra, hay un cambio definido del riego sanguíneo. Por ejemplo, en las situaciones de estrés se cierra el lecho esplácnico y el cutáneo y se abren el muscular y el encefálico para garantizar el estado de alerta y la actividad muscular. Estas redistribuciones del flujo se verifican igualmente después de la ingesta. 

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En los períodos de intensa actividad física, como los que se verifican durante el día bajo el estado de alerta, cuando la retina recibe el estímulo de la luz solar, los procesos de reconstrucción de tejidos, de síntesis de proteínas, disminuyen al mínimo porque lo que está predominando es una actividad lítica de obtención de energía, y esto se corresponde con una mayor frecuencia cardíaca, mientras que durante el sueño, cuando no hay actividad muscular ni intelectual y la retina está en tinieblas, la frecuencia cardíaca es mínima; es cuando tiene lugar los procesos de reconstrucción de tejidos y de síntesis proteica. 

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En consecuencia, los períodos de alimentación deben estar racionalmente adaptados a estos ciclos. Si por ejemplo, se ingiere un alimento inmediatamente antes de ir a dormir, el organismo se ve obligado a producir una redistribución del flujo sanguíneo hacia el lecho esplácnico y a poner en marcha toda la batería enzimática de la digestión, cuando a esta hora este sistema debería al igual que la conciencia ir a dormir. El sueño normal debe darce un absoluto reposo digestivo. 

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Igualmente podemos clarificar como de un verdadero atropello contra el sistema, esa nefasta costumbre de los desayunos copiosos, que se basa en el famoso aforismo popular de que se debe desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y comer como un mendígo. A las 4:00 a.m., cuando el individuo normalmente en su vida campestre se levantaba y recibía los primeros estímulos lumínicos y entraba en el estado de vigilia-en el caso del hombre citadino, lógicamente este horario está corrido- se iniciaba un nuevo ciclo, finalizando el período de reparación de tejidos, y dando paso a un período de eliminación de todos los desechos del metabolismo. En este período que pudiéramos calificar como excretor, ocurren a su vez cambios definidos en los tejidos, en la dinámica de la circulación de substancias a través de la matrix extracelular, de la circulación linfática y de la función renal. Por esta razón, los únicos alimentos que se deben ingerir en la mañana, son los que faciliten la eliminación de estas substancias de desecho, a saber, el agua y los alimentos ricos en agua como las frutas y algunas verduras; en otras palabras, alimentos que requieran un mínimo de digestión. Pero si hacemos el desayuno copioso tradicional, forzaremos nuevamente una redistribución del flujo circulatorio, y entorpeceremos los procesos de detoxicación de la matrix extracelular con los consiguientes desajustes en el reloj biológico. De cómo la ingesta indiscriminada de alimentos en la mañana puede trastornar todo el sistema, lo podemos constatar fácilmente observando la orina. 

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Si en el transcurso de la mañana ingerimos sólo fruta, observaremos una orina cristalina. Inmediatamente que hacemos una comida copiosa observaremos una concentración y un cambio de coloración de la misma. Esto sólo nos da una idea de los cambios que tienen lugar en el riñón, pero de allí podemos deducir los cambios en la composición de la sangre y de la matrix extracelular. Es por todo esto, que los procesos digestivos se deben iniciar en el ciclo intermedio que va desde las 12:00 m. a las 8:00 p.m. En un hombre citadino los procesos digestivos deben detenerse a las 10:00 p.m.; es por esto que la comida de la noche nunca debería terminar después de las 7:00 p.m. 

Es importante tomar en cuenta estas recomendaciones lo que harán una vida más saludable y con una mayor expectativa de vida. En el CENTRO DE MEDICINA BIOLÓGICA, nos apegamos a estas leyes que nos dicta la naturaleza y en armonía con la salud. 

Dr. Julio C. Torres 
Medico-Cirujano


jtorres_hdz47@hotmail.com
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